ni siquiera cuando era un muerto de hambre
me molestaban las notas de rechazo;
consideraba que los editores eran unos
verdaderos imbéciles
y seguía
escribiendo sin parar.
llegué a considerar los rechazos como
actos; lo peor era el buzón
vacío.
si alguna debilidad o sueño tenía
era
ver a alguno de aquellos
editores
que me rechazaban,
verle la cara a él o ella, cómo iban
vestidos, cómo cruzaban una
habitación, el sonido de su voz, su forma
de mirar...
sólo echarle un vistazo a alguno de
ellos.
sabes, cuando lo único que ves es
un trozo de papel impreso
que te dice que
no eres bueno,
tienes
a endiosar,
erróneamente,
a los editores.
el infierno es una puerta cerrada
cuando te mueres de hambre
por tu maldito arte
pero a veces te apetece echar
una mirada furtiva por el ojo de la
cerradura.
joven o viejo, bueno o malo,
no creo que muera tan despacio y
con tanta dificultad como un
escritor.
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